sábado, 20 de septiembre de 2008

Lo complejo de lo simple

Mediaban los 80 y algunos de mis sueños se perdían en lo difuso de la autoculpa. Terminó la secundaria y la universidad me prometía un futuro del que yo, por supuesto, dudaba.
No podía, ¡no quería! que las ilusiones alimentadas en el alma durante mi feliz adolescencia, terminaran superadas por los pragmatismos acumulados en el cerebro. Siempre me resultó chico eso de separar la cabeza de la emoción... ¡Como si los seres humanos no pudiéramos con todo!
Pero ahí estaba mi mirada, tratando siempre de encontrar mi alma escurridiza, tras las trampas del inmediatismo que me imponía el momento.
Estaba de acuerdo, lo aceptaba: la carrera universitaria es escencial para el futuro... pero a esa "declaración devocional" la seguía sintiendo insuficiente.
MIentras transcurrían cuatro años de intensidad académica puramente científica en donde por fin me entró en la cabeza que las leyes también se hicieron para la naturaleza (incluso se hicieron antes... no sé bien por quién) yo buceaba, en los pocos tiempos libres que se me permitía, en la comunicación, la filosofía, las religiones comparadas, en la semiótica y la sociología. De algún modo intentaba desenmarañar entre "los hechos", algún rastro del alma que podía continuar viva por ahí, escondiéndose.
Años de intentar conciliar la ciencia con el alma, no dentro, sino fuera de mí.
A casi culminar mis estudios Biología Pura (arrogante distinción que usábamos los "niños bien" de la Católica para diferenciarnos de la Biología Pedagogía de los guacharnacos de la Central), yo me había convertido en lo que hoy aborrezco: Un vacuo intelectual de cafetín que justifica su vida exhibiendo entre salsotecas, cine arte y conciertos de jazz, su hipertrofiada musculatura intelectual.
Un intelecto obeso (mejor dicho, una acumulación de información inoficiosa) al servicio de las compulsiones compensatorias de alguien que había fracasado en la búsqueda de un verdadero Sentido de Vida.
Toda esta vuelta simplemente para ilustrar en lo que viene, cómo es que una Verdad Simple, es capaz de desarmar cualquier "armado" estructurado solamente en el cerebro.
Un día mientras "descansaba" en el jardín de la universidad antes de empezar una clase de Bótanica de Angiospermas, alguien se sentó a mi lado y empezamos a conversar. Yo trataba de llevar mi discurso a la "realidad" y esa persona me preguntaba por mis sueños. Ante su evidente inferioridad intelectual empecé a molestarme francamente hasta que me levanté para ir a mi clase. Antes de irme me preguntó: "¿Has escuchado hablar de la Regla de Oro?"... Por supuesto hurgé dentro de mi cabezota si en mis clases de "Controversias de la Teoría Evolutiva" se había escuchado algo tan cursi. -¡Nó, por supuesto que nó!
- TRATA A LOS DEMÁS COMO QUIERES QUE TE TRATEN... esa es la regla de oro.
Me resultó bastante desubicada la alusión en ese momento y me fui.
De chicos, a todos, por habernos "formado" en una sociedad judeo-cristina, nos pusieron algo mucho más eficaz que un chip rastreador por satélite: Ese "chip" es nada menos que El sentimiento de Culpa.
Merced a este Chip la siguiente ocasión que me curcé con el personaje le traté con elevada condescendencia.
-¿pensaste en la Regla de Oro? -preguntó
Extrañamente, no me la había logrado sacar de la cabeza.
-¿La REgla de Oro? ¡ah, sí!
- Bueno, para que la Regla de Oro funcione también para tí y no solamente sirva para que no fastiidies la vida a otros, tienes que añadirle LA COHERENCIA.
- Claro, la coherencia... hay que ser coherentes.
- PENSAR, SENTIR Y ACTUAR EN LA MISMA DIRECCIÓN.
Dos verdades extremadamente simples: Tratar a otros del modo que quiero que me traten y Pensar Sentir y actuar en una misma dirección... ¡demasiado fácil de comprender! ¡un insulto para alguien acostumbrado a bracear en el mundo de la epistemología, entre los universos fácticos de la verdad genética y la bioquímica! ¡una afrenta para alguien que, como YO, había comprendido que no se mueve una hoja sin la voluntad de la ciencia dura! ¡una burla para alguien que, como YO, había leído de ida y vuelta El Capital, a Marcusse, Eco, Ortega y Gasset, Brentano!
Pero ¿era capaz yo prácticar esas simplezas?
Finalizaron los 80, transcurrieron los 90 y está por terminar la primera década del siglo XXI... Ya pasaron más de 20 años desde esos días en que empezó mi voluntario proceso para aprender a vivir según aquellos dos principios. Evalúo lo hecho, lo sentido y lo pensado en todo este tiempo y concluyo que tengo un camino, y recién empiezo a comprender que lo escencial de estar vivo no es acumular logros, sino "comulgar con el camino que uno ha elegido". He descubierto así que por ejemplo, mis desvíos en el camino han sido intentos que pudieron convertirse perfectamente en "el camino"... eso solamente se puede saber, después que se lo ha caminado porque el Sentido de la Vida es aprender sin límites y amar la realidad que se construye.
Los Masones prometemos auxilio a nuestros hermanos: ¡Qué simple! -por lo menos para mí lo es- de modo que para empezar, ser Masón es simple: Hemos prometido solidaridad con nuestro hermano y en virtud de esa promesa voluntaria y por lo tanto convertida en compromiso, un Masón debe primero cumplir con cosas simples.
¿a alguno de nosotros le ha sido arrancada esa promesa a la fuerza?
Es MI COMPROMISO, elegido y reflexionado (pasé por una CÁMARA DE REFLEXIÓN ¿alguno de nosotros nó?) el ser solidario con mi Hermano Masón. Por favor quiero la ayuda de mis QQ:.HH:. para que, cuando alguno necesite de mi ayuda me lo pida sin decirme "por favor", pues al pedírmelo estará ayudándome a cumplir una promesa que hará que se alimente el Sentido de mi Vida.
Se entiende, por supuesto, que decir "gracias" está demás.
¿Es muy complicado el ser simple?

SFU:.
Francisco Equis A:.M:.
 

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